
Tal vez el problema sea histórico. Sospecho que Nietzsche se dejó llevar por la coyuntura de finales del siglo XIX cuando —tan fríamente— afirmó que el hombre debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero. A pesar de, o tal vez por eso mismo, la “desalmada” opinión del autor de Así habló Zaratrusta es importante porque nos sitúa —y en el caso del feminismo es necesarísimo— en la imposibilidad del análisis meramente conceptual.
Y es que pareciera, a nivel del discurso, que el movimiento feminista —en si— ha llegado a agotarse. Sobre el papel las feministas han logrado conseguir participación social, económica, política y sexual al punto que la discriminación que el feminismo pretendió contrarrestar es cosa del pasado. La mujer simbólicamente se ha apoderado de espacios importante, espacios que con el tiempo —pareciera— contrarrestarán la lógica dominante.
El problema entonces asume una redefinición y plantea una pregunta en el sentido azorado de Pascal: si ya conseguimos que las leyes nos respeten ¿por que no nos sentimos completas? La respuesta podría girar, también, en la misma línea de Pascal: el antes y el después.
Cuando Virginia Woolf afirmaba que la mujer necesitaba de una habitación propia, en mi opinión, respondía una pregunta aún no planteada en los inicios del siglo XX. Se pensaba en un espacio separado del público y el privado, un espacio propio de la mujer. Sin embargo la necesidad de este espacio, para Woolf, necesitaba previamente la seguridad de las quinientas libras al año. Con esto Woolf entreveía la necesidad de la independencia económica.
Retomando la primera idea diríamos que si bien el movimiento feminista se ha agotado en su reivindicación tradicional (antes), esto de ninguna forma podría leerse como el agotamiento del movimiento es si (después). Ahora, más bien, se pone de manifiesto la reivindicación económica como la única forma de cerrar la puerta de la habitación propia de Virginia Woolf.
La dificultad de cerrar la puerta radica en que ya no hay una puerta, sino muchas puertas. El post-estructuralismo ha llevado a la fragmentación del concepto mujer, esto hace imposible cerrar una sola puerta ya que diversifica la categoría en sub conceptos. Lo trágico entonces asume la forma del destino Kafkiano, es decir, la imposibilidad de la propia voluntad. Esta voluntad se pierde en la fragmentación del propio movimiento ya que mientras los reclamos se separan y desintegran, la acción organizada se volatiliza en la individualidad.
El reto, en mi opinión, es la deconstrucción del concepto feminismo, o en todo caso del concepto primigenio de feminismo. Esto ayudará a reelaborar la forma de acción y la fantasía fundamental del movimiento.
Atte.
0 comentarios:
Publicar un comentario