Las sirenas de la fundición no sonaron a la media noche. La chimenea, cual pitillo apunto de apagarse, ha exhalado una espesa bocanada de humo blanco. Algunas personas van saliendo de sus casas, hay un algo en el gélido ambiente que impide sonreír con tranquilidad.
Poco a poco las piedras van ganando terreno en la pista mientras los carros empiezan a formar una suerte de procesión. De pronto una muralla de rostros endurecidos por el plomo se ubica al frente.
Ya no hay marcha a atrás. La huelga ha comenzado, la primera piedra ha sido lanzada…
Desde la Oroya
El infierno en el que vivimos
Qué hacer si matan a tus hermanos, a tus hijos... Qué hacer si los gobiernos solo voltean hacia ti para humillarte. Qué hacer cuando el mundo no quiere entender tus sueños y tu vida. Qué hacer cuando tu futuro se pierde en un horizonte con olor a olvido.
Tal vez nos quede levantar a nuestros muertos y llevarlos de regreso a nuestras montañas… a sus casas. Tal vez debamos llorar profundamente hasta que el cielo se conmueva y deje de ser tan insensible. Tal vez debamos esperar que la noche termine y empiece poco a poco a amanecer. Tal vez debamos dejar que la lluvia limpie la sangre y la nutra para que el futuro por fin sea distinto al que vivimos hoy.
Quién sabe, quizá debamos nuevamente bajar de nuestras montañas. Quizá debamos nombrar a nuestros muertos y recordar sus sonrisas. Quizás en nuestras mochilas debamos enrollar nuestros sueños. Quizás con el sol del amanecer debamos volver a la curva del infierno.
Quizá en la punta de las lanzas esté el inicio del fin… del infierno en el que vivimos.
